Cuando se habla de bioeconomía, los biocombustibles suelen ocupar el centro de la conversación. Estados Unidos y Colombia, con trayectorias destacadas en este rubro, están apostando a que el alcance de la bioeconomía vaya mucho más allá. Desde la biomanufactura de alta tecnología hasta la generación de empleos verdes, ambos países están liderando un cambio paradigmático hacia un modelo económico más integral y sostenible.
Estados Unidos: del liderazgo en biocombustibles a la biomanufactura
Estados Unidos se ha consolidado como una potencia mundial en biocombustibles, históricamente en bioetanol y biodiesel y más recientemente en SAF. Estas industrian juegan un rol fundamental en su transición energética. Sin embargo, el gobierno de Joe Biden está apostando por una estrategia más amplia. El informe Building a Vibrant Domestic Biomanufacturing Ecosystem detalla cómo la biomanufactura puede transformar sectores clave como la salud, la energía y la industria.
Esta iniciativa, parte de la Iniciativa Nacional de Biotecnología y Biomanufactura, busca desarrollar capacidades productivas avanzadas, cerrar brechas en infraestructura y fortalecer la fuerza laboral en biotecnología. Según el informe, la biomanufactura no solo complementará el desarrollo de biocombustibles, sino que también será un motor para crear empleos bien remunerados y fomentar la equidad en el acceso a tecnologías disruptivas.
“Estamos construyendo un ecosistema vibrante que no solo liderará en energía limpia, sino también en soluciones medioambientales de alto impacto,” afirmó Jeff Marootian del Departamento de Energía.
Colombia: biodiversidad y empleos verdes
Por su parte, Colombia, que viene crecido significativamente en la producción de biocombustibles en los últimos años, está diversificando su enfoque. Su Mecanismo Intersectorial de Bioeconomía busca capitalizar su inmensa biodiversidad para generar cinco millones de empleos verdes y transformar sectores como la agricultura regenerativa, el turismo sostenible y los bioproductos.
“Queremos posicionar a Colombia como un referente global en bioeconomía, aprovechando nuestra biodiversidad para diversificar la economía y ampliar nuestra canasta exportadora,” declaró Lorenzo Castillo Barvo, viceministro de Desarrollo Empresarial (e).
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Iniciativas como la creación de un catálogo de productos de bioeconomía y el Observatorio Nacional de Bioeconomía son prueba del compromiso colombiano con este enfoque. Estas herramientas no solo fomentan la innovación y la sostenibilidad, sino que también promueven la inclusión de pequeños agricultores en cadenas de valor sostenibles.
Una bioeconomía integral: el nuevo desafío
Ambos países demuestran que la bioeconomía tiene un potencial que trasciende los biocombustibles. Estados Unidos, con su enfoque en la biomanufactura, y Colombia, con su apuesta por la biodiversidad, están sentando las bases para un modelo económico que combina sostenibilidad con innovación tecnológica.
Sin embargo, este camino no está exento de desafíos. La construcción de infraestructura, la formación de talento especializado y la creación de políticas públicas coherentes serán esenciales para materializar estas ambiciones.
Para Argentina, que también ha logrado un desarrollo significativo en biocombustibles, estas experiencias ofrecen valiosas lecciones. Aprovechar su fortaleza en recursos agrícolas y biotecnología puede ser el primer paso hacia una bioeconomía más diversificada y competitiva.
Los biocombustibles seguirán siendo un pilar fundamental, pero el futuro de la bioeconomía está en su capacidad de integrar nuevas áreas de desarrollo que transformen la manera en que producimos, consumimos y convivimos con el entorno.