En el corazón cañero de Tucumán, cuando el calendario marca abril y los Brix de los tallos de la caña se aproximan a los niveles requeridos para su corte, se renueva un ritual que va más allá de lo económico y se entrelaza con la identidad cultural de toda una región. La tradicional misa de inicio de zafra en la usina La Florida no es un simple evento protocolar: es un acto de fe, de memoria colectiva y de visión a futuro. Allí, entre tachos, torres de destilación y un laberinto de tuberías, se celebra mucho más que el inicio de una cosecha. Se bendicen los frutos del trabajo, se reafirma el vínculo con la tierra y se pone en marcha la maquinaria productiva más importante del Noroeste argentino: la industria sucroalcoholera.
Si bien los tiempos han cambiado —la totalidad de la cosecha está hoy mecanizada y tanto en el campo como en el ingenio se trabaja durante todo el año—, la ceremonia persiste como un símbolo profundo de identidad y pertenencia. En el pasado, el inicio de la zafra marcaba el comienzo de una etapa clave para miles de familias: era el momento en que el trabajo estacional, intensamente manual, ofrecía la oportunidad de generar ingresos vitales para todo el año. Cuanto más abundante era la cosecha, más se extendía la zafra y mayor era el derrame económico sobre toda la región. Por eso, la misa no solo bendecía las herramientas y los campos, sino que pedía a Dios por una zafra generosa, cargada de promesas y esperanzas.
Hoy, la tecnificación y la diversificación de productos han transformado aquella dinámica temporal en una actividad continua, con empleo calificado y operación ininterrumpida. Sin embargo, la misa de inicio mantiene su valor como espacio de encuentro y reflexión. Un momento para homenajear a los trabajadores con el tradicional vino de honor, y también una tribuna desde la cual referentes empresariales y políticos marcan el rumbo de uno de los sectores estratégicos para el desarrollo del país.
Una industria que late con fuerza en el NOA
Tucumán y la caña de azúcar comparten una historia centenaria. El azúcar y el alcohol no sólo endulzan y energizan: sostienen a miles de familias, dinamizan las economías rurales y se presentan como actores clave en la transición hacia una matriz energética más sustentable. Por eso, el acto en La Florida fue mucho más que simbólico: fue una declaración de principios y una hoja de ruta para el futuro.
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Rocchia Ferro: “No pierdo la esperanza de construir un nuevo ingenio”
Jorge Rocchia Ferro, presidente de Compañía Azucarera Los Balcanes, fue categórico al tomar la palabra: “Yo no pierdo la esperanza de hacer un nuevo ingenio en la provincia”. Su visión apunta alto: alcanzar el millón de hectáreas cultivadas entre Tucumán y Santiago del Estero, y posicionar a la región como una potencia sucroalcoholera comparable a San Pablo, en Brasil.
Pero su mirada va más allá de lo productivo. Rocchia Ferro puso en valor los avances de la Dra. Mercedes Rivero, biotecnóloga del Centro Integral de Biotecnología Aplicada (CIBA), quien lidera los proyectos de mejoramiento genético de caña relacionados con la resistencia a la plaga diatraea saccharalis (conocida como barrenador) y al herbicida glifosato. Ambas tecnologías están en pleno desarrollo, en diferentes instancias de validación en el Laboratorio y/o en ensayos regulados contenidos y confinados con vistas a su futura aprobación por parte de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), que regula la liberación comercial de organismos genéticamente modificados en Argentina.
“Ese es el futuro —afirmó Rocchia Ferro —. Y por eso hablo de un nuevo ingenio. No podemos tener miedo al crecimiento. Tenemos que ser pioneros”.
El rol del IPAAT y la necesidad de políticas claras
El presidente de Los Balcanes también destacó el rol del Instituto de Promoción del Azúcar y Alcohol de Tucumán (IPAAT), al que calificó como “el brazo del Gobierno de la provincia”. En este contexto, subrayó la importancia de cumplir con los cupos de exportación y de bioetanol.
Para entender esta demanda, es necesario contextualizar el funcionamiento del mercado internacional del azúcar. A nivel global, se trata de un mercado fuertemente intervenido, donde muchos países aplican subsidios, precios sostén y cuotas de importación para proteger una actividad que genera empleo rural intensivo. Estas políticas, aunque buscan sostener sus propias economías regionales, distorsionan los precios internacionales, que con frecuencia se ubican por debajo de los costos reales de producción —no solo de Argentina, sino también de otros países sin políticas activas de promoción.
En este escenario, aunque los ingenios argentinos son competitivos en términos tecnológicos y productivos, enfrentan desventajas por el peso de los costos laborales e impositivos locales. Por eso, evitar una sobreoferta en el mercado interno se vuelve clave para sostener precios que garanticen la viabilidad del sector. De ahí la importancia estratégica de ordenar los destinos de la caña: azúcar para el mercado doméstico, bioetanol para el corte obligatorio de combustibles, y exportaciones que permitan canalizar el excedente.
“Si exportamos lo que haya que exportar, si producimos el alcohol que hay que producir, no tengo dudas de que el precio de la bolsa va a estar en 40 dólares. Pero si no lo hacemos, la derrota va a ser tremenda”, advirtió Rocchia Ferro.
Gobernador Jaldo: «Muy poco margen para equivocarnos»
El gobernador Osvaldo Jaldo coincidió con esa mirada. “Esta palanca que levantamos hoy es la que nos da esperanza, futuro y trabajo”, afirmó. Y fue claro: “Tenemos que ponernos de acuerdo entre todos —productores, industriales y autoridades— sobre qué destino le damos a la materia prima”.
El mensaje refuerza el planteo de Rocchia Ferro. Para el mandatario, el desafío no está sólo en producir más, sino en decidir bien: qué caña se transforma en azúcar, cuál se desvía a bioetanol y cuál se exporta. Y para lograrlo, propuso dejar de lado las diferencias políticas y enfocarse en el bien común. “Porque Tucumán es una sola”, concluyó.
Catalina Rocchia Ferro: inversiones, energía y compromiso
La directora ejecutiva de la empresa no se quedó atrás. Catalina Rocchia Ferro destacó las múltiples inversiones realizadas: una nueva estación de servicio, ampliación de la planta de destilación, mejora en la deshidratación, expansión de la molienda y, como hito, la culminación de un sistema de cogeneración que inyectará más de 8 megavatios a la red eléctrica nacional.
Durante décadas, los ingenios azucareros del norte argentino funcionaron como sistemas energéticamente cerrados: aprovechaban el bagazo —el residuo fibroso que queda tras extraer el jugo de la caña— como fuente de energía para abastecer sus propias necesidades térmicas y eléctricas. Esta lógica de autosuficiencia no respondía únicamente a una cuestión de eficiencia, sino también a una necesidad de seguridad operativa. Por sus características físicas y alto contenido de humedad, el bagazo acumulado fuera del período de zafra representa un serio riesgo de combustión espontánea, sobre todo durante el verano, cuando coinciden altas temperaturas y humedad. Por ello, los ingenios fueron diseñados para consumir prácticamente todo el bagazo que generaban, calibrando cuidadosamente sus procesos para no quedarse sin combustible durante la molienda ni acumular excedentes peligrosos al finalizar la campaña.
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Este equilibrio energético interno se mantuvo inalterado hasta la sanción de la Ley 26.190 de Energías Renovables, en 2007, reglamentada dos años después, que habilitó a los emprendimientos industriales a inyectar energía limpia al sistema interconectado nacional. A partir de entonces, surgió una oportunidad inédita: transformar a los ingenios en proveedores de energía eléctrica renovable a partir de un recurso residual que ya utilizaban. Pero para ello no basta con continuar la operación tradicional: es necesario realizar importantes inversiones en nuevas calderas de alta eficiencia, modernizar procesos, reducir pérdidas y maximizar el aprovechamiento energético del bagazo. Solo así es posible generar un excedente que pueda ser volcado a la red sin comprometer el funcionamiento del propio ingenio.
Estas transformaciones, sin embargo, requieren montos de inversión muy elevados. Y allí radica el mayor obstáculo. La falta de acceso a financiamiento a tasas razonables —una problemática crónica en el NOA— ha frenado la adopción masiva de esta solución. Según datos de la Unión Industrial Argentina (UIA), por cada 30 dólares de crédito que recibe Buenos Aires, la región del NOA accede apenas a 1 dólar. Esta asimetría deja a muchas empresas del norte fuera de juego, a pesar del potencial que tienen para aportar energía renovable al sistema.
La posibilidad de inyectar energía generada a partir de bagazo no solo representa una oportunidad económica para los ingenios, sino también un beneficio estratégico para el país. Se trata de una fuente de energía renovable, firme —es decir, no intermitente como la solar o la eólica—, y de producción descentralizada. Incorporar estos aportes al sistema eléctrico nacional mejora la estabilidad y la resiliencia del suministro, al tiempo que contribuye a la reducción de emisiones y al desarrollo de economías regionales más sustentables.
“Todo esto lo hicimos con capital propio. Este año vamos a producir más de 150 millones de litros de alcohol. Apostamos a Tucumán y al plan de biocombustibles. Debemos pensar en grande. El azúcar no solo es nuestro presente, debe ser nuestro futuro”, afirmó.
Biotecnología: la clave de la expansión
El desarrollo de caña genéticamente modificada representa una herramienta fundamental para mejorar la productividad y sustentabilidad del cultivo. La Dra. Mercedes Rivero, investigadora del CIBA, explicó que una vez obtenida la aprobación regulatoria de alguna de estas nuevas variedades mejoradas de caña, la biofábrica del CIBA cuenta con las capacidades técnicas para poder multiplicar de manera acelerada y a gran escala estos nuevos materiales para abastecer a los semilleros y cubrir la demanda progresiva de los productores de la región.
La utilización de estas nuevas variedades de caña permitiría extender la frontera agrícola, reducir el uso de insecticidas y otros productos fitosanitarios, bajar costos y elevar la competitividad. Pero además, abriría el camino a un salto histórico: la construcción de un nuevo ingenio, algo que no ocurre en Argentina desde hace casi un siglo.
La utilización de estas nuevas variedades permitiría extender la frontera agrícola, reducir el uso de fitosanitarios, bajar costos y elevar la competitividad. Pero además, abriría el camino a un salto histórico: la construcción de un nuevo ingenio, algo que no ocurre en Argentina desde hace casi un siglo.
Una oportunidad de oro: ampliar el mandato de bioetanol
El bioetanol derivado de caña cumple un rol clave para evitar crisis por sobreoferta. Gracias al corte obligatorio del 6% en las naftas (que sumado al 6% de maíz llega al 12% total), parte de la caña se transforma en alcohol en lugar de azúcar. Esto equilibra el mercado y le da previsibilidad a toda la cadena.
Pero hay margen para crecer. Países como Brasil ya trabajan con un corte del 27,5% y acaban de anunciar un incremento al 30%. India, por su parte, ya aplica un 20% y promueve activamente los motores flex fuel. Una nueva Ley de biocombustibles en Argentina que eleve el corte y le otorgue estabilidad normativa al esquema, permitiría consolidar inversiones, diversificar mercados y reducir la huella de carbono del transporte.
¿Un nuevo ingenio? Un hecho inédito desde 1936
El último ingenio construido en Argentina fue el Ingenio Leales, en 1936. Desde entonces, lejos de multiplicarse, el número de plantas fue disminuyendo: de más de 50 ingenios que operaban en el país, hoy apenas quedan 18 en funcionamiento. El retroceso más drástico ocurrió en 1966, cuando el gobierno de facto de Onganía cerró 11 ingenios en Tucumán en el marco de una polémica reestructuración del sector.
No obstante, esta merma en cantidad no debe confundirse con decadencia. Los ingenios que siguen en pie han demostrado una notable capacidad de adaptación, sosteniendo su actividad y encarando importantes inversiones para modernizar sus instalaciones, optimizar procesos, diversificar productos y mejorar su eficiencia energética. Gracias a ese esfuerzo, el sector ha logrado mantenerse competitivo en un entorno global altamente desafiante.
En este contexto, la posibilidad concreta de construir un nuevo ingenio no solo representa un hito inédito en casi 90 años, sino también la señal de un nuevo salto para la actividad. Un paso firme hacia adelante que refleja confianza, visión de futuro y un compromiso renovado con el desarrollo productivo del país. “No creo en la derrota”, afirmó Rocchia Ferro. Y esa convicción, lejos de ser una declaración aislada, comienza a sentirse como un impulso compartido en toda la cadena cañera.
Una zafra que consolida una visión de largo plazo
La zafra 2024 no es una más. Es una campaña que encuentra al sector sucroalcoholero con una hoja de ruta clara, proyectos en marcha y una historia de inversiones que comienza a dar frutos. En un contexto de dificultades económicas y escasez de crédito, la continuidad del esfuerzo privado y el acompañamiento de políticas públicas adecuadas podrían multiplicar los logros alcanzados.
El ingenio no está solo en las máquinas: también está en la cabeza y el corazón de quienes creen en un futuro distinto para el Norte argentino. La palanca ya fue levantada. El desafío ahora es no soltarla.