En un movimiento que marca un antes y un después para la política científica de Nueva Zelanda, el país ha anunciado la creación del Instituto de Ciencias de la Bioeconomía, una entidad que reunirá a los principales centros de investigación agroindustrial y ambiental bajo un mismo paraguas. No se trata solo de una reestructuración administrativa, sino de una declaración de principios: la ciencia, cuando se enfoca en sectores estratégicos como la bioeconomía, puede ser el motor de una nueva era de crecimiento económico sostenible.
Ciencia al servicio del desarrollo económico
El anuncio fue realizado por el ministro de Ciencia, Innovación y Tecnología, Dr. Shane Reti, quien no escatimó en ambición: “Estas reformas buscan liberar el potencial de la ciencia para generar crecimiento económico y mayor resiliencia. No estamos perdiendo el tiempo”.
La iniciativa forma parte de una profunda reforma del sistema científico nacional, que reemplazará siete institutos de investigación estatales (CRI, por sus siglas en inglés) por tres nuevos centros más enfocados. Uno de ellos será el New Zealand Institute for Bioeconomy Science, que trabajará en áreas clave como agricultura, acuicultura, silvicultura, biotecnología y manufactura, además de temas críticos como la bioseguridad y la adaptación climática.
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Una estructura pensada para la innovación
A partir del 1 de julio de 2025, se fusionarán instituciones emblemáticas como Manaaki Whenua – Landcare Research, AgResearch, Plant & Food Research y Scion, todas con una vasta trayectoria en ciencias de la vida y sectores productivos. Bajo la nueva estructura, se buscará no solo generar conocimiento, sino también transformarlo en soluciones prácticas, productos innovadores y nuevas empresas.
“La buena ciencia no alcanza por sí sola. Necesitamos que se convierta en productividad, startups, empleos. En resultados económicos”, señaló Reti, marcando una dirección que combina investigación de excelencia con visión empresarial.
Liderazgo con experiencia
Para guiar este proceso, el gobierno designó a Barry Harris como presidente del nuevo instituto. Harris, actual presidente del Instituto Nacional de Agua y Atmósfera (NIWA), será acompañado por un directorio que reúne figuras clave del ecosistema científico-productivo neozelandés, incluyendo a Kim Wallace (AgResearch), Candace Kinser (Plant & Food), Andrew Morrison y Gray Baldwin (Manaaki Whenua).
Este enfoque colaborativo pretende asegurar que el nuevo instituto no solo sea un centro de excelencia, sino también un puente efectivo entre ciencia, industria y políticas públicas.
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¿Por qué un instituto de ciencias de la bioeconomía?
Nueva Zelanda es un país donde el sector agroindustrial tiene un peso fundamental: representa más del 80% de sus exportaciones. En este contexto, la bioeconomía aparece como una estrategia ideal para diversificar la matriz productiva, aumentar el valor agregado, reducir emisiones y adaptarse a los desafíos del cambio climático.
El nuevo instituto operará en el corazón de esa intersección entre ciencia, recursos naturales y economía circular. Avanzar en biotecnologías, desarrollar biomateriales, mejorar la resiliencia de los cultivos o innovar en acuicultura no son solo objetivos científicos, sino apuestas económicas.
Una hoja de ruta para otros países
El caso neozelandés ofrece una pista clara sobre cómo los países pueden alinear su sistema científico con sus prioridades económicas y ambientales. Consolidar capacidades, evitar duplicaciones, fomentar la interdisciplinariedad y orientar la investigación hacia resultados concretos son lecciones valiosas para cualquier nación que busque fortalecer su bioeconomía.
En tiempos donde la urgencia climática y la necesidad de nuevos modelos productivos van de la mano, el Instituto de Ciencias de la Bioeconomía de Nueva Zelanda no solo es una novedad institucional. Es una señal de hacia dónde va el mundo. Y de cómo, con ciencia, se puede llegar más lejos.


