jueves, septiembre 25, 2025
 

El futuro del hidrógeno también brota de la tierra

La explosión de interés por el hidrógeno verde abrió un nuevo capítulo en la descarbonización global. Pero quizás la historia que necesitamos contar comience en los campos y no en los mares.

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Algo notable ocurrió en los últimos años: el hidrógeno, ese gas liviano y omnipresente, pasó de ser una curiosidad de laboratorio a convertirse en protagonista de foros globales, estrategias empresariales y, más recientemente, de iniciativas legislativas en Argentina. El último hito en esta historia lo marcó la presentación formal del proyecto de Ley Prohidro al jefe de Gabinete Guillermo Francos, impulsado por la Plataforma H2 Argentina. La propuesta busca promover inversiones en el desarrollo del llamado hidrógeno verde, aquel que se produce por electrólisis del agua utilizando energía de fuentes renovables.

Esta movida es importante, porque instala al hidrógeno como pilar del debate energético nacional. Pero también es una oportunidad estratégica para ensanchar la mirada. No para contradecir, sino para complementar. Porque mientras la electrólisis se lleva los flashes, hay otra vía renovable, eficiente y adaptada al territorio que aún no ha sido lo suficientemente visibilizada: el biohidrógeno, el hidrógeno que se obtiene a partir de biomasa.

El hidrógeno tiene todo para enamorar a los titulares: es el elemento más abundante del universo, su combustión genera solo agua, no emite dióxido de carbono y puede producirse con recursos renovables. Pero si queremos que deje de ser promesa y se convierta en solución, necesitamos abrir el espectro tecnológico. Y quizás —solo quizás— el verdadero futuro del hidrógeno no esté únicamente en los parques eólicos o solares, sino también en los bosques y los aserraderos, en los campos y los tambos, en los rastrojos y los efluentes ganaderos.

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¿Por qué mirar a la biomasa cuando todos miran al mar?

Producir hidrógeno por electrólisis implica aplicar electricidad sobre agua (H₂O) para disociar sus moléculas. Aunque suena limpio —¡solo se necesita agua y energía solar o eólica!— el proceso es altamente intensivo. El agua es una molécula muy estable, y romperla requiere más energía que extraer hidrógeno del gas natural o del biometano.

De hecho, los electrolizadores más modernos necesitan aproximadamente 50-55 kWh para producir 1 kg de hidrógeno, lo que equivale a unas cinco veces la energía requerida en procesos como el reformado de metano. Y esto sin considerar el desafío logístico que implica comprimir, almacenar, transportar y reconvertir el hidrógeno en energía útil.

Ahora bien, ¿y si en lugar de mirar solo al océano, miráramos también al campo?

Biohidrógeno: energía que brota de la tierra

La biomasa es el resultado de millones de años de perfeccionamiento fotosintético. Contiene carbono, hidrógeno y oxígeno, los mismos elementos que los hidrocarburos, pero generados de forma renovable día tras día. Hablamos de materiales como rastrojos, marlos de maíz, bagazo, aserrín, corteza, estiércol, aceites vegetales, etanol, glicerol —coproducto del biodiesel— o biogás.

Todos estos recursos pueden ser transformados en hidrógeno mediante procesos como el reformado térmico, la gasificación, la digestión anaeróbica o la pirólisis. Y lo que es clave: lo hacen con una eficiencia energética mucho mayor y una huella de carbono significativamente menor.

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¿Qué tan eficiente es el biohidrógeno?

Los datos sorprenden. Obtener 1 kg de hidrógeno a partir de biogás puede requerir apenas 12 a 15 kWh de energía, un cuarto de lo que exige la electrólisis. Con biometano, los valores son similares al reformado de gas natural, con la ventaja crucial de que el carbono involucrado es biogénico, no fósil: no se suma CO₂ neto a la atmósfera. Si se parte de biomasa lignocelulósica, el rendimiento energético es aproximadamente una cuarta parte del necesario para la electrólisis. Con aceites vegetales o glicerol, un tercio.

Pero tan o más importante que la eficiencia es la adaptabilidad. El biohidrógeno puede producirse cerca del consumo, donde está la biomasa, donde vive la gente. Es un modelo distribuido, escalable, perfectamente alineado con los principios de la bioeconomía.

Tecnología que ya está en marcha

No estamos hablando de ciencia ficción. En Brasil, un consorcio que incluye a Shell Brasil, Raízen, Toyota, Hyundai y Marcopolo está desarrollando una plataforma de biohidrógeno a partir de bioetanol. Aprovechan una infraestructura consolidada para almacenar, distribuir y reformar el etanol y producir hidrógeno de forma eficiente.

Además, tecnologías como las celdas de combustible de óxido sólido (SOFC) permiten utilizar hidrógeno de baja pureza, reformando in situ el etanol o el biogás. Su rendimiento eléctrico es tan estable que compañías como Google o Microsoft las eligen para alimentar servidores de alta disponibilidad.

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Lógica territorial y estrategia energética

La electrólisis centralizada tiene sentido en países con abundante energía renovable y redes eléctricas robustas. Pero en países extensos, con fuerte matriz agroindustrial y comunidades dispersas, el biohidrógeno ofrece una alternativa más lógica y efectiva. Produce desarrollo local, aprovecha recursos subutilizados, crea empleo y genera valor agregado en origen.

Argentina cuenta con una matriz ideal para impulsar este modelo. Tiene los recursos, el conocimiento, la infraestructura y la experiencia. Lo que falta es integrarlo a la conversación estratégica. Y qué mejor momento para hacerlo que ahora, cuando la política empieza a discutir el marco regulatorio para esta nueva economía del hidrógeno.

Sumar, complementar, enriquecer

El biohidrógeno no compite con el hidrógeno verde: lo complementa, lo enriquece, lo vuelve viable en contextos donde la electrólisis no es opción. Es una pieza que puede encajar perfectamente en el rompecabezas de la transición energética, especialmente en países que ya han apostado por la bioeconomía como base de desarrollo.

Es momento de sumar esta visión. No para reemplazar, sino para ampliar. Porque si algo nos enseña la bioeconomía, es que muchas veces, las soluciones más potentes no solo están en la alta tecnología, sino en la lógica de lo natural.

Y quizás, el futuro del hidrógeno que necesitamos, ya está brotando de la tierra.

 
Emiliano Huergo
Emiliano Huergo
Apasionado por el potencial transformador de la bioeconomía. Director de BioEconomía.info, promotor de iniciativas que integran innovación, equidad y sostenibilidad. 👉 Ver perfil completo
 
 

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