La Comisión Europea confirmó que el etanol producido a partir de lías y orujos podrá contabilizarse por duplicado en los objetivos de energías renovables del transporte. La medida beneficia a destilerías vitivinícolas, pero se da en un momento de alta tensión por denuncias de fraude en el mercado de biocombustibles.
La Comisión Europea ratificó que el bioetanol producido a partir de lías y orujos de uva podrá computarse bajo el esquema del doble conteo dentro del régimen de sostenibilidad de la Directiva de Energías Renovables (RED III). La confirmación fue enviada el 31 de marzo en una carta de la Dirección General de Energía al grupo WiDEN, que nuclea a las destilerías vitivinícolas europeas.
El dictamen aclara que estas materias primas, al estar incluidas en el Anexo IX Parte A de la RED III, califican como residuos elegibles, y por lo tanto, el bioetanol producido a partir de ellas puede computarse por el doble de su volumen a la hora de contabilizar los objetivos de energía renovable en el transporte.
La resolución trae alivio al sector de las destilerías vínicas, particularmente en países como Francia, España, Italia, Portugal y Hungría, donde este tipo de biocombustible tiene una fuerte tradición. En las últimas semanas, el precio del bioetanol de residuos vínicos había caído fuertemente, en parte por la incertidumbre sobre su estatus regulatorio.
Orujo y lías: dos residuos vitivinícolas que se transforman en energía renovable
El etanol de orujo y lías nace de un proceso virtuoso de recuperación de subproductos de la industria vitivinícola. El orujo es el residuo sólido que queda tras la fermentación del vino —compuesto por pieles, semillas y pulpas de la uva—, mientras que las lías son los sedimentos depositados al fondo de los tanques tras la fermentación alcohólica, ricos en levaduras muertas y materia orgánica.
Ambos materiales, que podrían representar un problema ambiental y económico para los productores si fueran descartados como residuos comunes, son recolectados por destilerías especializadas que los transforman en bioetanol mediante fermentación y posterior destilación. Así, se genera un biocombustible de baja huella de carbono, convirtiendo los efluentes que podrían ser un problema en productos de alto valor.
Qué significa el doble conteo
El «doble conteo» es una herramienta regulatoria introducida por la Unión Europea para incentivar el uso de biocombustibles avanzados, es decir, aquellos elaborados a partir de materias primas consideradas residuos o subproductos no comestibles. En términos prácticos, significa que cada litro de este tipo de biocombustible contabiliza el doble en los objetivos de energía renovable del transporte.
Un aval en el momento más sensible
La noticia llega en un contexto delicado: el doble conteo está bajo escrutinio en toda Europa a raíz de una investigación que reveló posibles fraudes en la importación de biodiesel avanzado desde China, que habría ingresado como si fuese producido a partir de residuos, accediendo de forma indebida al beneficio del doble conteo. (Ver La Comisión Europea evalúa suspender la certificación ISCC EU para biocombustibles derivados de residuos. Los motivos.)
El escándalo ha puesto en jaque a los principales esquemas de certificación utilizados en Europa, y podría derivar en la suspensión del reconocimiento de ISCC EU —uno de los sistemas más utilizados— para este tipo de productos.
En este marco, la decisión de la Comisión de ratificar el beneficio para un producto específico aparece como un gesto político con múltiples lecturas: por un lado, un intento de dar previsibilidad a sectores industriales genuinos; por otro, una señal contradictoria en un momento donde la prioridad debería ser reforzar los controles.
Una medida que distorsiona el mercado
Desde BioEconomía.info consideramos que el doble conteo, tal como está concebido, introduce distorsiones significativas en el mercado. Si bien busca incentivar el uso de residuos como materia prima, en la práctica reduce el volumen físico necesario para cumplir con los objetivos de renovables, desincentivando el uso real de biocombustibles.
Además, genera una valorización artificial de los residuos, que en muchos casos terminan costando más que las materias primas vírgenes, fomentando dinámicas especulativas y abriendo la puerta a fraudes.
La situación actual es prueba de ello: el incentivo del doble conteo ha alimentado prácticas dudosas en algunos mercados y, al mismo tiempo, ha colocado al sistema de certificaciones bajo la lupa, minando la confianza en una de las herramientas claves para garantizar la trazabilidad y sostenibilidad en la producción de biocombustibles.
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¿Qué papel debe cumplir el etanol de residuos vínicos?
Desde el punto de vista tecnológico y ambiental, la valorización de subproductos como las lías y los orujos de uva representa un caso ejemplar de bioeconomía circular. Se trata de desechos inevitables, que históricamente se han convertido en bioetanol mediante procesos industriales bien establecidos, y que generan beneficios tanto económicos como ambientales para la cadena vitivinícola.
El problema, entonces, no está en la producción ni en el uso del bioetanol vínico, sino en el tipo de incentivo que se le otorga. El doble conteo no premia la eficiencia ni la sustentabilidad real, sino que otorga una ventaja arbitraria basada en una categoría administrativa. Esto desnaturaliza la competencia entre biocombustibles, y afecta a quienes producen con materias primas sostenibles pero que no acceden a este tipo de beneficios.
Una oportunidad para repensar los incentivos
Europa enfrenta un dilema: ¿cómo fomentar la circularidad y la innovación sin caer en mecanismos que, lejos de sumar, debilitan el propio sistema de sostenibilidad?
Tal vez sea momento de revisar el esquema del doble conteo, y avanzar hacia incentivos más inteligentes, que reconozcan el valor ambiental real de cada combustible y no generen efectos secundarios que afecten la integridad del sistema.
Mientras tanto, la decisión está tomada: el bioetanol de residuos vínicos seguirá contando doble. Pero la discusión de fondo —sobre cómo diseñar políticas que realmente premien la sostenibilidad— apenas comienza.