Cuando se habla del futuro económico de los Estados Unidos, pocas palabras despiertan tanto entusiasmo como «bioeconomía». No es para menos: en 2023, el sector de la bioeconomía en EE.UU. generó casi 644.000 empleos domésticos y aportó más de 210.000 millones de dólares al Producto Bruto Interno del país. Un impulso formidable que ubica a la bioeconomía como una verdadera locomotora de innovación y crecimiento. Sin embargo, a pesar de su impacto presente, las alarmas empiezan a sonar.
En un reciente comunicado, la Federación de Científicos de los Estados Unidos (FAS) advirtió sobre los desafíos ocultos que amenazan con frenar el ascenso de este sector estratégico. La falta de una definición consensuada, la escasa resiliencia en las cadenas de suministro, la insuficiencia de inversión en talento y la necesidad de fortalecer los programas regionales son algunos de los reclamos más urgentes. La pregunta que sobrevuela es clara: ¿puede Estados Unidos sostener su liderazgo sin una estrategia más sólida y coordinada?
La paradoja de una bioeconomía sin definición
Uno de los principales problemas identificados por la comunidad científica es casi paradójico: mientras la bioeconomía crece en impacto económico y social, su alcance conceptual sigue siendo difuso. ¿Qué sectores forman parte realmente de la bioeconomía? La ausencia de un marco claro genera confusión, dificulta la medición de su verdadero aporte al país y, lo que es más grave, impide diseñar políticas públicas efectivas para impulsarla.
Aunque el gobierno de Biden avanzó con su Orden Ejecutiva para Promover la Innovación en Biotecnología y Biomanufactura, el trabajo está lejos de estar completo. El Lexicón de Bioeconomía desarrollado por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST), actualizado por última vez en febrero de 2025, aún carece de definiciones clave como «fermentación continua». Esta falta de consenso limita la colaboración entre agencias como el Departamento de Agricultura (USDA), el Departamento de Defensa (DOD) y el Departamento de Energía (DOE), sectores fundamentales para el crecimiento bioeconómico.
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Regionalizar para diversificar: la apuesta por las microbioeconomías
La FAS sostiene que apostar únicamente a un enfoque federalista sería un error estratégico. Si algo demuestra el éxito de programas como los EDA Tech Hubs, las Biofoundries de la NSF o las iniciativas de manufactura como BioMADE y NIIMBL, es que el verdadero motor de la bioeconomía norteamericana reside en sus regiones.
Estos programas han logrado adaptar las estrategias a los recursos locales, impulsando microbioeconomías especializadas que refuerzan la competitividad nacional y alimentan el crecimiento de la bioeconomía en EE.UU.. Los EDA Tech Hubs (Economic Development Administration Technology Hubs), por ejemplo, son polos regionales de innovación que buscan transformar regiones emergentes en centros de liderazgo tecnológico mediante la inversión en infraestructura, capacidades locales y articulación público-privada.
Por su parte, las Biofoundries de la NSF (National Science Foundation) son instalaciones altamente automatizadas dedicadas al diseño y producción de soluciones biotecnológicas, que permiten acelerar procesos de investigación, prototipado y escalado industrial.
En el terreno de la manufactura, BioMADE (Bioindustrial Manufacturing and Design Ecosystem) promueve la bioproducción industrial a partir de organismos vivos, conectando startups, universidades, empresas y agencias públicas para desarrollar una infraestructura nacional en biomanufactura. Complementariamente, NIIMBL (National Institute for Innovation in Manufacturing Biopharmaceuticals) está enfocado en la innovación y escalado de la producción de biofármacos, un área clave para la salud pública y la soberanía tecnológica.
Sin embargo, los científicos advierten que no alcanza con lanzar programas: es imperativo medir su eficacia y asegurar que las inversiones se traduzcan en resultados concretos. El caso de BioMADE, que recibió 450 millones de dólares en 2023 pero distribuyó apenas 75 millones en 2024 entre 65 proyectos, es un claro ejemplo de que la supervisión y la evaluación de impacto deben fortalecerse. Si no se garantiza una asignación eficiente y transparente de los fondos, el potencial de estas iniciativas podría verse seriamente comprometido.
Cadena de suministro: la lección de la pandemia
La pandemia de COVID-19 dejó al desnudo una debilidad estructural: la excesiva dependencia de insumos importados para sostener la biomanufactura nacional. Desde plásticos de un solo uso hasta componentes biológicos críticos, muchas piezas esenciales para la bioeconomía estadounidense se fabricaban fuera del país.
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Por eso, la resiliencia de la cadena de suministro es hoy una prioridad crítica. No basta con fortalecer la producción interna: también se requiere una estrategia global, basada en acuerdos internacionales que garanticen acceso rápido y seguro a recursos biológicos y materiales estratégicos en momentos de crisis.
La deuda pendiente de la contratación pública
Otro aspecto donde los avances han sido insuficientes es en la adopción de productos biobasados en la compra pública. Aunque la Orden Ejecutiva incluyó objetivos para facilitar esta transición, los informes publicados, principalmente a cargo del USDA, ofrecen recomendaciones genéricas y carecen de medidas concretas para superar las barreras estructurales que dificultan la adopción masiva.
La falta de incentivos claros, métricas adecuadas y etiquetas de intensidad de carbono homogéneas sigue obstaculizando el crecimiento de los mercados para bioproductos.
Formación de talento y bioliteracia: una inversión impostergable
La biomanufactura podría ser para el siglo XXI lo que la manufactura tradicional fue para el siglo XX: el corazón económico del país. Pero para que esta transición ocurra, Estados Unidos necesita urgentemente formar un nuevo ejército de trabajadores especializados en biotecnología, bioquímica, bioprocesos y bioinformática.
El plan de acción lanzado por la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca (OSTP) es un primer paso, pero la FAS insiste en que se requiere mucho más: desde reformas en las políticas migratorias para atraer talento global hasta programas de recualificación laboral masiva.
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Competencia global: China y Europa pisan fuerte
Mientras Estados Unidos discute cómo consolidar su bioeconomía, China avanza rápidamente hacia la supremacía biotecnológica. Según la Comisión Nacional de Seguridad en Biotecnologías Emergentes, el gigante asiático lleva más de dos décadas invirtiendo de manera estratégica para dominar este sector.
Y no es el único competidor: recientemente, Países Bajos anunció un plan de inversión de 1.300 millones de euros para expandir su biotecnología, con el objetivo de convertirse en líder mundial para 2040. El contexto internacional no da lugar a la complacencia: el liderazgo en bioeconomía será un juego de suma cero en los próximos años.
Las claves para el próximo capítulo en la bioeconomía de EE.UU.
De cara al futuro inmediato, la Federación de Científicos de los Estados Unidos recomienda un plan estratégico nacional que combine:
- Definición clara y flexible de la bioeconomía
- Desarrollo de infraestructura física y humana
- Regionalización y fortalecimiento de las microbioeconomías
- Coordinación interagencial real y eficiente
- Evaluación de impacto y medición rigurosa de resultados
La administración entrante tiene una oportunidad histórica: potenciar los logros alcanzados, corregir los desvíos, e impulsar una bioeconomía robusta, resiliente y competitiva. De su capacidad de escuchar a la comunidad científica y de actuar en consecuencia dependerá si Estados Unidos logra no solo sostener, sino también ampliar su liderazgo en la bioeconomía mundial.
La carrera ya comenzó. Y el reloj corre.