miércoles, mayo 15, 2024
 

Cerrando las brechas tecnológicas para cosechar biomasa forestal sostenible

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Ante las proyecciones que indican la necesidad de independizarse de las fuentes fósiles de energía, tanto por el daño al ambiente que provocan así como por su menor disponibilidad, el gobierno de Indonesia se ha movido rápida y audazmente para crear un entorno propicio para la producción de biomasa.

Tras la creación de un Plan Nacional General de Energía, la Agencia Nacional de Planificación de Desarrollo creó una Política Nacional de Energía, cuyo objetivo es que las energías renovables representen al menos el 23 por ciento de la matriz energética nacional para 2025 y al menos el 31 por ciento para 2050.

Como parte de esta política, el Ministerio de Energía y Recursos Minerales emitió un decreto que busca acelerar el reemplazo de carbón por biomasa mediante la co-combustión de ambos combustibles en la centrales de energía eléctrica. Dicha medida exigió a la compañía eléctrica estatal, PLN, abastecerse de biomasa, mientras el Ministerio de Medio Ambiente y Silvicultura estableció una categoría denominada Hutan Energi o “bosque energético” y un programa de plantaciones energéticas de rotación corta para varias especies de árboles, incluida Calliandra calothyrsus (Meissn) con el fin de garantizar una mayor provisión de biomasa sostenible.

En todo el mundo se utilizan varios enfoques de gestión para este tipo de plantaciones, como las “plantaciones de rotación corta”, que consisten en cosechar y replantar los árboles o los “árboles de rotación corta”, cuyo proceso consiste en cortar el tallo de un árbol joven hasta casi el nivel del suelo. Luego, del árbol brotan varios tallos nuevos que se pueden cosechar y volverán a brotan, en un ciclo que puede continuar durante la vida útil del árbol.

Este sistema ha sido considerado un sistema ideal para la gestión de la biomasa porque no solo proporciona materia prima regular y renovable, sino también una plétora de servicios ecológicos, incluida la captura de carbono. La requiere de especies de crecimiento rápido y tamaño uniforme con una alta densidad de espaciamiento entre los árboles individuales.

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Para garantizar la máxima productividad, es necesario comprender bien la densidad óptima para la plantación de los árboles, el momento ideal de la cosecha y la calidad de la biomasa producida para cada árbol. Sin embargo, esta información no estaba disponible para la especie Calliandra.

Para llenar estos vacíos en el conocimiento, los investigadores del Centro de Investigación y Desarrollo Forestal del gobierno bajo la Agencia de Investigación, Desarrollo e Innovación experimentaron con el cultivo de Calliandra en un campo de investigación de 1 hectárea en la provincia de Java Occidental. El Centro para la Investigación Forestal Internacional y Agroforestería Mundial (CIFOR-ICRAF) y el Programa de Investigación de CGIAR sobre Bosques, Árboles y Agroforestería apoyaron este trabajo.

El campo de investigación se dividió en cuatro parcelas con espacios variados entre los árboles individuales: 1 × 1,5 m; 1,5 × 1,5 m; 2 × 1,5 m; y 2 × 2 m.

El equipo monitoreó el crecimiento y rendimiento de los árboles a las edades de 12, 18 y 24 meses en cada parcela. Se dejaron crecer 30 árboles para observar sus tasas de crecimiento y se cortaron otros 10 en cada una de las tres edades posteriores a la siembra. Los árboles se talaron a 50 cm del suelo y los tocones se dejaron crecer de nuevo. Un año después de la tala, los montes bajos resultantes se midieron y luego se cortaron.

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A modo de comparación, el equipo midió el crecimiento, la productividad y los valores caloríficos de la madera primaria y cortada, siendo este último un factor importante que determina la idoneidad para su uso en la generación de electricidad.

«Descubrimos que la competencia entre los árboles determinaba fuertemente el crecimiento y la productividad de la madera primaria», dijo Enny Widyati, investigadora principal del Centro de Investigación y Desarrollo Forestal y autora principal del informe del equipo que se publicó en la revista científica Forest Science.

Específicamente, descubrieron que la parcela con el espaciamiento más denso tenía el contenido más bajo de casi todos los tipos de nutrientes, lo que generaba menos tallos y de menor diámetro y una menor productividad de biomasa.

También encontraron que la productividad aumentó hasta en un 15 por ciento con el rebrote. La productividad óptima de la madera y la mayor economía provinieron de rodales recortados con una distancia entre árboles de 2 × 2 m, cosechados a los 18 meses de edad.

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Esto produjo una cantidad media de biomasa por árbol de 7,2 kg de madera primaria y 8,22 kg de madera de monte bajo.

El contenido de lignina fue de alrededor del 22 por ciento y el poder calorífico de alrededor de 18.807 kJ, lo que se ajusta a los requisitos de materia prima para generar electricidad.

La cosecha a los 24 meses no mostró incrementos significativos en la productividad, contenido de lignina o poder calorífico.

El equipo recomendó que para futuras plantaciones energéticas de Calliandra, una densidad de 2500 árboles por hectárea con una cosecha inicial realizada a los 18 meses era óptima. La cosecha posterior de montes bajos puede realizarse cada 12 meses, que es cuando la calidad de la madera es más similar a la de la madera primaria. También recomendaron que las hojas y las ramas y troncos cortados se dejen en el sitio para apoyar el desarrollo de la materia orgánica del suelo, que proporciona nutrientes y otros beneficios para el crecimiento.

“Las implicaciones son emocionantes”, dijo Himlal Baral, coautor del estudio y científico principal de CIFOR-ICRAF, “especialmente si los árboles de Calliandra se plantan en tierras marginales y degradadas”.

“Las plantaciones de energía gestionadas de manera sostenible podrían ser la solución”, concluyó Baral.

 
 
 

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