sábado, mayo 24, 2025
 

Cabrales apuesta por el café tucumano: un proyecto que podría transformar la bioeconomía regional

La alianza entre Cabrales y Tucumán busca convertir a la Argentina en productor neto de café, impulsando una nueva cadena de valor que puede expandirse mucho más allá del grano.

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La escena que parecía reservada a las laderas verdes de Colombia o a las sierras brasileñas empieza a encontrar su eco en los suelos de Tucumán. Con la firma de un convenio estratégico entre Cabrales, líder en la comercialización de café en Argentina, y el Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán (IDEP), la producción de café en Tucumán podría dejar de ser un sueño para convertirse en una realidad concreta. Nuestro país da así sus primeros pasos firmes hacia el cultivo nacional de café, un sueño largamente postergado.

El acuerdo firmado propone desarrollar hasta 8.000 hectáreas destinadas al cultivo de café en territorio tucumano, con una producción estimada de 28.000 toneladas. Hasta ahora, la presencia de cultivos de café en Argentina era prácticamente anecdótica, concentrada en algunas experiencias marginales en Misiones, Corrientes y Salta. De allí que esta iniciativa sea considerada por Cabrales como un “proyecto pionero” que podría cambiar el panorama agrícola nacional.

Martín Cabrales, presidente de la empresa y nieto del fundador, no dudó en destacar la trascendencia de esta alianza: «Este acuerdo marca un hito en nuestra historia y en la industria cafetera nacional. Desde Cabrales, nos enorgullece contribuir al desarrollo de este proyecto pionero que pone a Argentina en el mapa como productor de café, y sienta las bases para un futuro en el que el café argentino no solo sea un producto de consumo, sino también de producción nacional«.

Por su parte, Juan Casañas, vicepresidente del IDEP, subrayó que la iniciativa abrirá a los productores tucumanos “una ventana directa hacia una cadena de valor consolidada, con altos estándares de calidad”, proyectando el café tucumano no solo al mercado interno, sino también hacia las exportaciones.

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El nacimiento de una nueva agroindustria: la producción de café en Tucumán

Hasta ahora, la industria del café en Argentina se limitaba casi exclusivamente al proceso de industrialización de granos importados, principalmente desde Brasil y Colombia. El desafío que plantea el cultivo local no es menor: implica adaptar técnicas agronómicas, desarrollar nuevas variedades resistentes y construir desde cero una infraestructura de procesamiento primaria que garantice la calidad del grano.

Pero los beneficios potenciales superan ampliamente las dificultades iniciales. Más allá del valor intrínseco del café como commodity, el desarrollo de esta cadena productiva puede actuar como un poderoso dinamizador de la bioeconomía regional, tal como sostiene el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

El café como motor de la bioeconomía regional

Según el IICA, en su documento sobre café y bioeconomía, esta actividad no debe analizarse únicamente como un cultivo agrícola, sino como una plataforma capaz de generar múltiples procesos de agregación de valor y de fomentar el desarrollo territorial inclusivo.

En primer lugar, el grano de café es apenas el inicio de un vasto abanico de oportunidades. De acuerdo al enfoque bioeconómico, cada componente de la planta —granos, cáscaras, residuos de poda— puede convertirse en insumo para nuevas industrias: desde biomateriales y compuestos bioactivos hasta bioenergía. Así, el desarrollo cafetalero en Tucumán podría no solo abastecer la demanda local de café, sino también diversificar la matriz productiva regional, creando nuevos negocios y empleos verdes.

Del campo a la industria: la cadena de la papa se alinea con la sostenibilidad

La producción de café también está íntimamente ligada a prácticas de agricultura sostenible. Modelos como el agroforestería cafetalera —que combina el cultivo de café con árboles nativos o frutales— no solo mejoran la resiliencia de los sistemas agrícolas frente al cambio climático, sino que promueven la captura de carbono y la regeneración del suelo, elementos centrales en la bioeconomía actual.

Y hay un aspecto que no debe pasarse por alto: el potencial turístico y cultural. En los últimos años, el café ha dejado de ser un simple producto de consumo para transformarse en una experiencia sensorial, al igual que sucedió con el vino o la cerveza artesanal. Hoy, cada vez más consumidores valoran los perfiles de sabor, los aromas, las variedades y los procesos de elaboración, viviendo el acto de tomar café como una celebración de sentidos.

Según el IICA, el cultivo de café puede vincularse estrechamente con el turismo rural y las industrias culturales. Si el proyecto en Tucumán logra consolidarse, no sería descabellado imaginar en el futuro el surgimiento de rutas del café, donde los visitantes puedan recorrer fincas, conocer el proceso de producción, participar de catas, degustar variedades locales y vivir experiencias inmersivas.

El paralelismo con la Ruta del Vino en Mendoza resulta tentador, aunque realista: construir un circuito turístico de este tipo llevará años de trabajo, inversión y posicionamiento de marca. Pero la posibilidad de asociar Tucumán a una identidad cafetera de calidad, sumada a su riqueza natural y cultural, abre una ventana de oportunidad hacia un desarrollo regional más diverso e inclusivo.

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Una apuesta que trasciende al café

La iniciativa que encabezan Cabrales y el IDEP debe ser vista, entonces, como un modelo de bioeconomía aplicada. En lugar de limitarse a la simple producción primaria, la apuesta es construir un ecosistema productivo que articule ciencia, tecnología, cultura y sostenibilidad.

La transferencia de conocimiento técnico que aportará Cabrales a los pequeños y medianos productores tucumanos también es un factor estratégico. No se trata solo de sembrar plantas de café, sino de sembrar capacidades, procesos de calidad, esquemas de certificación, buenas prácticas agrícolas y, en definitiva, una nueva forma de insertarse en las cadenas globales de valor.

El IICA sostiene que «el café puede ser una puerta de entrada para que los territorios rurales participen en la bioeconomía, contribuyendo al desarrollo sostenible y la resiliencia de las comunidades locales«.

El desafío de construir una identidad cafetera argentina

Lograr que el «café argentino» sea reconocido por su calidad y su origen será un trabajo de largo plazo. Implicará desarrollar variedades adaptadas, sistemas de calidad rigurosos, denominaciones de origen y, sobre todo, una narrativa que capture la imaginación del consumidor, tanto local como internacional.

El café tucumano puede ser la chispa inicial de una nueva etapa para la bioeconomía argentina. Y, como todo gran café, este proyecto promete mucho más que un buen aroma: promete desarrollo, inclusión y un futuro sostenible para las generaciones que vienen.

 
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