sábado, noviembre 1, 2025
 

Brasil apuesta a la bioeconomía del agave para impulsar una de sus regiones más postergadas

Con respaldo científico y enfoque social, Embrapa lidera una estrategia para producir etanol, capturar carbono y alimentar ganado a partir del agave en el nordeste.

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En las tierras áridas y castigadas del nordeste de Brasil, donde las lluvias son escasas y la pobreza estructural limita las oportunidades productivas, una planta originaria de México podría convertirse en el eje de una transformación energética, ambiental y social. Se trata del Agave tequilana, conocida mundialmente por ser la materia prima de la tequila, que comienza a desarrollarse en territorio brasileño como base de un modelo resiliente e inclusivo basado en los pilares de la bioeconomía.

El impulso viene de la mano de la Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuária (Embrapa), principal institución pública de ciencia agropecuaria de Brasil, en alianza con Santa Anna Bioenergia, una empresa de Bahía enfocada en soluciones energéticas sostenibles. Juntas llevan adelante un ambicioso proyecto para adaptar el cultivo del agave al Semiárido brasileño, una vasta región que abarca partes de nueve estados del noreste, caracterizada por su clima seco, suelos degradados y persistentes desigualdades socioeconómicas.

El objetivo es claro: desplegar la bioeconomía del agave para diversificar la matriz energética, dinamizar el medio rural y ampliar las oportunidades de desarrollo en los territorios más vulnerables del país.

La bioeconomía del agave: una nueva matriz productiva adaptada al clima

A diferencia del modelo mexicano centrado en la industria del tequila, el enfoque brasileño propone un uso integral del agave como planta energética, forrajera y ambiental. Su cultivo se plantea como una alternativa viable frente a otras especies como la caña de azúcar, que no logran rendimientos competitivos en las condiciones áridas del Semiárido.

El agave se destaca por ser una planta xerófila —es decir, adaptada naturalmente a ambientes secos— y por su bajo requerimiento hídrico y de insumos. Aunque su ciclo puede superar los cinco años, su escalonamiento permite una producción continua de biomasa. Esta versatilidad permite generar bioetanol, alimentar rumiantes con sus residuos y capturar carbono atmosférico, transformando la lógica productiva de regiones hoy marginadas del desarrollo.

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Aprovechar lo que hoy se desperdicia

Además del Agave tequilana, el proyecto evalúa otras especies del género, como el Agave sisalana, cultivado históricamente en Brasil para la obtención de fibra. Hoy se estima que apenas el 4% de la biomasa total de esta planta se utiliza en procesos industriales.

El proyecto liderado por Embrapa busca revertir esta ineficiencia mediante un modelo de aprovechamiento integral de la planta, con mejoras en el manejo agronómico, fertilización, mecanización y procesamiento. Esto incluye transformar no solo la “piña” del agave —como en la industria de la tequila—, sino también sus hojas y subproductos.

Brasil es el mayor productor mundial de fibra de sisal, con cerca de 95 mil toneladas anuales según el IBGE, concentradas mayoritariamente en Bahía. La Paraíba, segundo productor, suma unas cinco mil hectáreas. Ambas regiones forman parte del llamado Territorio del Sisal, un enclave semiárido clave para probar esta nueva bioeconomía.

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Ciencia para el desarrollo regional

“La innovación tecnológica puede mitigar desigualdades regionales y enfrentar la precarización de las áreas productoras de sisal del noreste brasileño”, afirma Tarcísio Gondim, investigador de Embrapa. “Vamos a utilizar plantas adaptadas a ambientes secos con múltiples propósitos: producción de etanol, alimentación para rumiantes y captura de dióxido de carbono en regiones de bajo Índice de Desarrollo Humano”.

En ese marco, el agave no solo ofrece una alternativa energética en la transición hacia fuentes renovables, sino que se convierte en una herramienta estratégica para el desarrollo territorial. La clave está en diseñar un sistema agrícola escalable que pueda generar empleo, movilizar cadenas productivas y ser replicado en otros contextos similares.

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Transferencia tecnológica y base experimental

En marzo, un equipo de Embrapa viajó a México para intercambiar conocimientos con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inipaf), además de recorrer centros vinculados a la cadena de la tequila. Como resultado, Santa Anna Bioenergia importó 500 mudas de Agave tequilana Weber var. Azul, que ya fueron aclimatadas en Brasil tras pasar por un proceso de cuarentena.

La primera Unidad de Referencia Tecnológica (URT) se instala en Jacobina, Bahía, y otras dos se desarrollarán en Alagoinha y Monteiro, en la Paraíba. En total, se plantarán 1.800 ejemplares para evaluar su comportamiento agronómico, su potencial de biomasa y su adaptabilidad al clima y suelo del Semiárido.

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Etanol, carbono y forraje: una triada estratégica

El proyecto, que se extenderá durante cinco años, contempla ensayos para definir los arreglos de plantación más eficientes, desarrollar esquemas de fertilización sostenibles y establecer parámetros para la mecanización del cultivo. Uno de los ejes centrales será la creación de una metodología científica para medir el secuestro de carbono asociado al agave y caracterizar químicamente su biomasa.

“Estamos construyendo un panel detallado de datos con metodologías innovadoras en el laboratorio de Química de Embrapa”, explica Everaldo Medeiros. “Esto nos permitirá evaluar el rendimiento energético del agave y estimar con precisión su aporte a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero”.

El proyecto también estudia el uso de los residuos del cultivo como forraje. “Los restos del proceso de producción de etanol pueden convertirse en una fuente importante de alimento para rumiantes, especialmente durante la época seca”, destaca el zootecnista Manoel Francisco de Sousa.

Desafíos para una nueva frontera agrícola

Uno de los grandes obstáculos a resolver es la mecanización del cultivo. Actualmente, etapas como la plantación aún dependen de trabajo manual, incluso en México. “Nuestra visión es tener grandes extensiones cultivadas con agave, y eso no puede hacerse a mano”, señala Odilon Reny Ribeiro, investigador de Embrapa especializado en mecanización agrícola.

Para que esta bioeconomía del agave se transforme en una alternativa real y competitiva en el Semiárido brasileño, será indispensable desarrollar tecnologías adaptadas, infraestructuras locales y políticas que apoyen su expansión en escala.

 
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