Durante los últimos diez años, el agro ha sido blanco de un intenso escrutinio en el debate ambiental global. Desde informes alarmistas hasta políticas públicas restrictivas, buena parte de la narrativa climática colocó a la producción agropecuaria en el centro del problema, omitiendo aspectos clave de su funcionamiento y de su verdadera contribución al balance de carbono. Según advierte la Fundación Producir Conservando, esta visión sesgada no solo ha distorsionado la percepción pública, sino que también ha condicionado el diseño de políticas, inversiones y marcos regulatorios que afectan directamente a los sistemas productivos.
La Fundación, un espacio técnico y académico argentino que promueve la sustentabilidad del sector agropecuario mediante el diálogo científico y la difusión de buenas prácticas, sostiene que el foco excesivo en las emisiones —especialmente de CO₂ y metano— ha dejado de lado una mirada integral que contemple los aportes, como el secuestro de carbono por parte de los suelos agrícolas o el rol clave de las pasturas naturales en los sistemas ganaderos. Más aún, denuncian que mientras se apuntaba al agro como el villano climático, el verdadero origen del problema, es decir, la quema masiva de combustibles fósiles, no ha recibido ni por asomo la misma atención política y mediática.
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Ganadería en la mira y políticas desconectadas
Uno de los ejemplos más evidentes de esta distorsión, según la Fundación, es el tratamiento que recibió la actividad ganadera en ciertos países europeos. Allí, la presión por reducir las emisiones de metano derivó en subsidios e incentivos para el desmantelamiento parcial de la ganadería. Estas políticas, que ignoran los servicios ecosistémicos de las pasturas y los impactos socioeconómicos del abandono productivo, han generado tensiones incluso entre productores y consumidores, poniendo en jaque la soberanía alimentaria de algunas regiones.
Desde la visión de Producir Conservando, la solución no pasa por eliminar actividades productivas, sino por hacerlas más eficientes. El camino, aseguran, está en reducir las emisiones a lo largo de toda la cadena, maximizando el uso de tecnologías que aumenten la productividad y, al mismo tiempo, disminuyan el impacto por unidad producida. De este modo, se puede compatibilizar el crecimiento del agro con los compromisos ambientales globales.
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El consumidor global cambia de rumbo
A contramano de las expectativas que marcaron la última década, el consumidor global parece estar girando su brújula alimentaria. Tal como se expuso en el último seminario de la Fundación, el crecimiento del PBI per cápita en múltiples regiones del mundo está generando una mayor demanda de alimentos tanto en cantidad como en calidad, con un énfasis claro en las necesidades proteicas. Esto incluye un marcado retorno a las proteínas convencionales, es decir, carnes y lácteos, luego de un auge inicial de las proteínas vegetales promovido por startups tecnológicas y corrientes ambientalistas.
Este giro tiene implicancias profundas no solo en el mercado, sino también en la narrativa ambiental. Si las proteínas animales vuelven a ocupar un lugar central en la dieta global, entonces las políticas públicas deberán acompañar este fenómeno con enfoques más pragmáticos y basados en evidencia. La Fundación cita como ejemplo contundente las proyecciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), que prevén un aumento sostenido del comercio internacional de carnes hasta 2034, reflejo de una demanda estructural que está lejos de desaparecer.
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Una agenda ambiental más realista
El mensaje de fondo que propone la Fundación Producir Conservando es claro: el agro no es el enemigo del clima, sino un aliado potencial en la transición hacia sistemas sostenibles. Pero para que esto ocurra, es indispensable abandonar las visiones maniqueas y abrazar una mirada compleja, que reconozca tanto los desafíos como las oportunidades que ofrece el sector.
Este cambio de enfoque no solo requiere nuevas métricas y herramientas de análisis, sino también una transformación cultural en la forma en que se comunica y se interpreta la información ambiental. De ahí la importancia de espacios como el seminario de la Fundación, que busca poner sobre la mesa datos duros, tendencias globales y análisis técnico, sin renunciar a la claridad divulgativa.
En tiempos de sobreinformación y polarización, recuperar el equilibrio en el debate climático se vuelve tan urgente como necesario. Y en ese camino, el agro tiene mucho más para ofrecer que para justificar.


